Unidos por el siete…
Ana y José llevaban toda una vida juntos, y él, haciendo realidad el sueño de ella, preparó una especial pedida de mano en Letur, en una pequeña cueva donde a la luz de las velas completó el ambiente perfecto para un momento tan especial.

«Como yo te quiero tanto y tú te quieres casar pues aquí estoy para hacerte feliz, eres el amor de mi vida ¿quieres casarte conmigo?”
Ana, la pequeña de tres hermanas ya había salido de casa hacía algunos años. Coincidiendo con el comienzo de su etapa como residente de enfermería vio que “coincidía q el 7 de marzo del 2020 sería sábado, es la fecha en la que mis padres hace 49 años se casaron y para ellos mi boda era muy importante, era la última hija que había salido de casa, entonces pensé en elegir esa fecha como motivo de celebración en la familia, ellos creían que la fecha elegida era otra, pero eso no iba a pasar, sería el mismo día que, al igual que mis hermanas y mis padres decidieron darse el ¡Si Quiero!, así que estamos todos unidos por el 7”
Cuando conocí a Ana me transmitió desde el minuto uno su pasión por el trabajo de Eterna Prometida. Aún me acuerdo cuando le pregunté “Ana, ¿qué tipo de boda te gustaría tener?” su respuesta fue desconcertante. “ Pues no sabría decirte”, entre risas, “Yo solo sé que quiero una boda con sello Eterna Prometida”

Para mí esa respuesta fue, sin duda, un alago, pero por otro… suponía un reto. Las ideas de Ana no estaban 100% definidas, tenía que crear algo de cero, sacando en cada reunión lo mejor de ellos para poder hacer un fiel reflejo de su personalidad en mi proyecto.
Poco a poco la idea se fue definiendo. Algunas reuniones fueron muy constructivas, porque Ana venía acompañada de sus hermanas y pese a creer, en un principio, que eso era contraproducente, al final me ayudó a conocer más a Ana, a buscar el equilibrio entre todas las ideas que ella, a veces, no sabía transmitirme.
“Una boda muy yo” , así definió Ana todo lo que preparamos. Un equilibrio entre lo boho y el romanticismo más puro, con la fuerza de la luz de las velas y una paleta de colores suaves pero con un toque atrevido del púrpura.

La rusticidad de la madera se veía interrumpida por los elementos de cristal en la mesa. El color hielo de la mantelería empolvaba de manera sutil el ambiente del salón que se veía sorprendido por el color malva de las servilletas.

Para las flores, quería salir del clasicismo de los centros de mesa anteriores. Quería que tuvieran personalidad propia con salientes y un color con mucha personalidad.
El salón estaba enmacardo por una composición de lámparas totalmente diferentes. Creo que nunca había visto algo así, como completaron un espacio que desprendía tanta fuerza, como conseguimos que lo rústico y el romanticismo se unieran con tanta emoción.

La llegada de Ana y José a la finca estuvo acompañada por un “Love is in the air” rodeado de pompas de jabón.
La finca aguardaba con luz tenue para, a la entrada de ellos, teñirse de rosa púrpura sorprendiendo a todos los presentes.


Arrancaba una noche llena de sorpresas y emociones entre las que tuvimos más de una sorprendida, entre ellas ¡yo misma!; Ana y José quisieron agradecernos con un bonito ramo la dedicación y el trabajo que habíamos llevado a cabo en su gran día. Fue un momento muy emocionante.
El protocolo de las mesas, parecía sacado de un cuento de hadas. Los colores pastel que se veían envueltos entre la composición floral de astrantia, escabiosa, clematis, rosas, hortensias, crisantemo, clavel marrón, ruscus, pitosporino, astroemeria y syringa, que los invitados podían encontrar su mesa.

Ya en la barra libre, un photocall cañero lleno de flores soprendía a los invitados a la luz de un neón. La temperatura era la perfecta alidada para que todos disfrutaran de las copas en el jardín hasta bien entrada la madrugada.
¡Gracias por todo pareja!
Fotografía: Enfok2.
Lugar de la celebración: El Estudio de Ana.
Floristería: David de Sant.
Iluminación: Montesinos Iluminación.
Vestido de la novia: Paula del Vas.
Traje de novio: Sleeve and Co.